SOBRE NOSOTRAS

FILOSOFIA DE ENSEÑANZA - APRENDIZAJE: MANIFIESTO

El mundo social como lo conocemos se encuentra en un contaste proceso de transformación. La contemporaneidad, las dinámicas de la globalización y el capitalismo salvaje exigen que el mundo sea repensado desde corrientes y orillas nuevas, modernas y frescas que permitan dar cuenta de los fenómenos diversos y complejos que se generan en el marco de la vida cotidiana a nivel global y local. Es ahí donde entra la escuela a la escena, como dispositivo pensado para formar ciudadanos pensantes y útiles a los Estados Nacionales, dicha institución gozó de relevancia y validez indiscutible por siglos, no obstante, con el tiempo se ha deslegitimado y relegado a un espacio donde solo parece ser posible reproducir saberes -en lugar de generarlos-, aprobar exámenes estandarizados de A.B,C sin hacer análisis y reflexiones profundas y a la orden de la tecnocracia y la meritocracia generada, claro está, desde pedagogías tradicionalistas que no dan paso a sujetas críticas y pensantes.

Las Ciencias Sociales no escapan a dicho fenómeno, en el aula de clase es minimizada a la memorización mecánica de contenidos sustantivos de primer orden que no tienen incidencia en la vida real: mapas abstractos, fechas lejanas, nombres de próceres y héroes que dan paso a procesos de educación bancaria, un cumulo de datos cocteleros, enajenados de praxis y efectos transformativos, que claro, son aprendidos desde didácticas que no generan algún tipo de trasposición conceptual en ninguno de los estadios del alumnado.

Debido a ello, abogamos por la generación de unas Ciencias Sociales en el aula que a través de pedagogías y didácticas contemporáneas, orienten al estudiantado a reconocerse como seres sociales, históricos e historizados cuyas acciones cotidianas hacen parte de un gran engranaje, de una compleja construcción de significados y significantes que no deben naturalizarse; por el contrario, deben reflexionarse constantemente desde posiciones epistemológicas argumentadas, para así y solo así, materializar el acto educativo en transformaciones en los contextos cercanos, lejanos, actuales y futuros.

Embebemos entonces de diferentes corrientes pedagógicas, pensamos y construimos procesos educativos desde el enfoque significativo, para así lograr que los contenidos sean comprendidos; desde el enfoque constructivista para así dar paso a procesos áulicos colectivos donde el estudiante sea protagonista a partir de su propia experiencia y desde la pedagogía crítica porque creemos en la transformación social y en dar paso a un futuro menos injusto y desigual desde la producción y de-construcción de conocimiento, que atraviesa las barreras de la escuela y se inmiscuye en las calles, las vías, las casas y los parchaderos. Y claro, esto desde didácticas que piensen el alumnado desde sus puntos de enunciación y subjetividad, y mostrando que el conocimiento está en la música, el cine, el teatro, los podcasts, y el discurso que emana del mundo.

Sustentamos esta filosofía y manera de pensar la educación y las Ciencia Sociales en la plataforma de la rigurosidad académica, materializada en la búsqueda de fuentes, la lectura, escritura y la capacidad argumentativa, además del desarrollo de habilidades de diferentes disciplinas, así, intentado huir de la escuela condescendiente, mediocre y complaciente que han generado aquellos pseudo docentes, que no han sabido dar cuenta que sus frustraciones deberían materializarse lejos de la escuela.

Creemos en que la escuela como la conocemos debe transformarse, abandonar los anacronismos e ir al mismo ritmo del mundo vertiginoso, así tal vez y solo tal vez en unos siglos nuevamente pueda la escuela nuevamente ser vista necesaria y no solo como un requisito, que abandone la doxa, la vulgar opinión y sea epistémica, que genere conciencias críticas y no autómatas, pensamientos y no datos, sujetos y no robots.

Creemos en que es necesario creer.

AUTOBIOGRAFÍA Y EDUCACIÓN

LOCUS ENUNCIATIVO


La academia y las investigaciones en ciencias sociales tienden a eliminar la subjetividad del investigador en aras de alcanzar cierta validez, rigurosidad y presunta objetividad. En aras de alcanzar el nivel de credibilidad de las ciencias naturales, las sociales, el patito feo de las ciencias, el paradigma positivista encajó los principios y procedimiento del método científico en las observaciones del comportamiento humano y el estudio de la sociedad. La búsqueda por generar leyes universales que expliquen regularidades en multiplicidad de comunidades, obviando su historicidad, cultura y entorno, recaen en enunciaciones deterministas y simplificadas. 

Más aún, la eliminación del sujeto investigador y la lejanía del mismo con el objeto de estudio suprime aspectos como la comprensión y la interpretación propios de incorporar la subjetividad, la historia y la vida propia a aquello que nos intriga. En ese sentido, con aras de subvertir este imaginario, destinamos esta sección a reconocernos, Más allá de la inclusión de nuestra historia académica vemos pertinente la socialización de nuestras didactobiografías (Hernández G, 2022) puesto que esta herramienta permite la emergencia del sujeto para la construcción de de procesos de comprensión, permite la reformulación de la praxis de vivir a través de la propia historia como emergencia socio-histórica, política y cultural. Así mismo, busca la recuperación de las memorias e intereses desde lo emocional, nos exige retornar a sí, cuestionándonos y reorganizando nuestros sentires

Al reconocer mis propias afectaciones, me he colocado en la necesidad de transformar el mundo que me afecta, rebasando así la indolencia que caracteriza la pretensión de objetividad de las ciencias sociales"

MI EXISTENCIA A TRAVÉS DE LA EDUCACIÓN

TATIANA ROJAS ALDANA

Historia académica

  • Colegio el Virrey José Solís IED
  • Técnico en asistencia administrativa del Servicio Nacional de Aprendizaje
  • Estudiante de la Licenciatura en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Tengo contadas memorias de mi infancia. De mis primeros años solo conservo las anécdotas de mis familiares y algunos recuerdos, fotos y libros. Hasta llegar al bachillerato, mi vida se desarrolló principalmente en el entorno familiar y el barrio, a partir de ese punto comencé a explorar más, personas y lugares; recuerdo sorprenderme porque Bogotá no tenía las lomas interminables de Usme. Tampoco creo identificar un momento de mi vida que no haya sido atravesado por la educación. No fui particularmente responsable, entre el olvido y el desinterés repetí el octavo grado. No creo que me hayan llamado la atención por ello, fallar en lo académico era lo normal. La escuela únicamente importa en tanto se obtenga el diploma, la entrada al mundo laboral que asegura que se está adaptada al seguimiento de instrucciones, uniformes y autoridades. Aun así, me cambiaron a la jornada tarde, hasta ese momento siempre había estudiado en la mañana, no podía quejarme por madrugar porque solía pasar la noche en vela, hasta el día de hoy no me es natural dormir en la noche.

El cambio de jornada me significó una nueva rutina, nuevos amigos y nuevos docentes. Dos de ellos me impactaron de manera particular: la profesora de sociales, Elsy, quien también era mi directora de curso, y el profesor de química, Boris. La primera me embelesaba con su discurso, la explicación de los sentimientos de las gentes impulsadas por la justa rabia que llevarían a un cambio social, una reestructuración política y económica, ella hacía hincapié en la conexión del pasado con las luchas del presente. Por su parte, el profesor Boris nunca nos dió clase, solo problemas; podía vernos media hora estancados en una operación -porque los ejercicios raramente eran individuales- y aún así esperaba pacientemente, llegaríamos a resolverlo. Con esa misma confianza, en una ocasión me llamó mediocre, me dijo que él estaba seguro de que yo tenía el potencial para ser mejor, que podía esperar más de mí. Aunque en ese momento no entendí por qué, su comentario me irritó y provocó un cambio en mí. Hasta entonces, no me había interesado ni esforzado mucho, pasé al extremo opuesto. Me volví muy competitiva y trabajé principalmente en busca de reconocimiento y validación académica, actitud que me replanteé hasta la universidad.

Más adelante, me presenté a la licenciatura en ciencias sociales porque fue mi materia favorita, genuinamente me gustaba aprender historia y conectar esas lecciones con mi entorno, las situaciones que me aquejan y los saberes de la gente. Considero las ciencias sociales como disciplinas vivas que requieren asimilación, interpretación y preguntas continuas. Me presenté a la carrera y quedé como opcionada, no sabía qué hacer si no pasaba, pues aun cuando tenía la posibilidad de continuar en el convenio que tenía mi colegio con el SENA (del cuál me titulé como técnica en asistencia administrativa) nunca me gustaron las charlas de emprendimiento, de ser mi propia jefe y esperar que por designios del trabajo duro, algún día y con mucha fe, cumpliría mi propósito en el mundo: tener plata. Me molestaba profundamente que se asumiera que las condiciones materiales de un sujeto son responsabilidad exclusiva del mismo, como si no habitáramos un mundo que prioriza la acumulación del capital bajo la premisa del desarrollo y del futuro a expensas del bienestar del medio y las personas. Como si la falta de oportunidades fuera una limitación autoimpuesta y no el producto de desigualdades estructurales que me ubicaban en la periferia del mundo, de la ciudad.

La universidad me dio insumos para verbalizar mi indignación, me abrió un universo de posibilidades de enunciación. Me encaró conmigo misma, con mi existencia, mis ideales y posibilidades de acción. Aun cuando en principio no estaba segura de ser profe, me convencí de su pertinencia. Busco en la docencia la potencialidad del diálogo, de la palabra, del reconocimiento del otro a través del encuentro con el yo, así como la construcción de conocimiento contextualizado y rigurosidad frente al mismo.



TRAS LOS PASOS DE LA EDUCACIÓN

SEBASTIÁN HERNÁNDEZ MONTAÑA

Historia académica

  • Liceo Cultural Luis Enrique Osorio
  • Técnico en Gestión Administrativa y recursos organizacionales del Servicio Nacional de Aprendizaje
  • Estudiante de la Licenciatura en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Epistemología, panóptico, marxismo, estructuralismo, pedagogía, teoría fundamentada, Habermas, Foucault, Bourdieu ¿Qué tipo de profesor quiero ser? ¿Qué tipo de profesor quiero no ser? ¿Qué quiero hacer y qué quiero no hacer? ¿Sebastián? ¿Quién es Sebastián? ¿Qué es un Sebastián? ¿Maestro? ¿Docente? ¿Esclavo? Esa tarde, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en la que su padre lo llevo a conocer el hielo ¿Hielo?

Hace algunos años que me hubieran preguntado qué es aquello que guío el inicio de mi labordocente, cuáles eran o son mis objetivos de seguro hubiera sido una labor más sencilla, ya no porque ya no soy ese. No poseo esas mismas respuestas que hoy no me llenan o brindan seguridad, ni soy ese mismo sujeto que tenía certezas estructuradas y arraigadas. Hoy soy otro que todo el tiempo responde desde la pregunta, que no sé hasta qué punto sea válido o solo un ejercicio agobiante tanto para mí que escribo como para quien me lee o tiene la desgracia de escuchar esta mescolancia de pensares.

En fin, recuerdo que siempre me ha gustado recordar, pensar y leer, todo en aras de hablar, expresar, escribir y ser escuchado. Siempre fui pésimo en los deportes, mi motricidad y reflejos son malos, incluso ahora si me arrojan un objeto a escasos metros de distancia terminará en el suelo seguramente, como mi dignidad de ese instante y más si estoy en público, como aquella vez en quinto de primaria que decidí jugar futbol y me sacaron a los dos minutos del partido, obvio, por malo. Nunca aprendí a bailar, soy un latino sin sabor, tieso y aburrido, como aquella vez que me obligaron a bailar para una izada de bandera en sexto y solo pensaba en que habían sido los tres minutos más largos de la vida, nunca la Piragua de Guillermo Cubillos había durado tanto en el mundo. Y mi capacidad de socializar era casi nula, esto tal vez ligado a que hablar demás y juntarse con muchos podía llevarme al infierno (esto no es una metáfora, se llama nacer en familia cristiana).

Conclusión, aburrido, amotro, raro y por ende excluido. Debido a estas carencias, decidí sin darme cuenta intentar ser brillante en las dinámicas académicas; materias como español, ciencias sociales, matemáticas, ingles se me facilitaban, era disciplinado y el recibir felicitaciones y adulaciones por parte de maestros/as y otros/as era gratificante.

Si bien era bueno estudiando, nunca fue esta una pasión para mí, solo era importante resaltar y recibir aceptación de mi madre, palmadas de los docentes y banderitas inservibles en las izadas de bandera, pero nada era significativo. Hasta que llegó Gloria a mi vida, no Gloría no era una niña, ni mi amor platónico, ni mi amiga imaginaria, mucho menos la hipopótamo de Madagascar. Gloria era mi profesora de español de sexto de primaria, sus clases era mágicas, nunca aprender del sujeto y el predicado había sido tan interesante y nunca en un año había aprendido tanto y comprendido el mundo tal como lo hice. Me emocionaban sus clases y las dinámicas que proponía; en cierta ocasión realizó un taller para conocer el periodo del Barroco y el Romanticismo, este consistía en la visita a sitios históricos del centro de la ciudad, un lugar desconocido, que parecía una máquina del tiempo y que por primera vez me mostró que los contenidos de la escuela si tenía repercusiones fuera de la misma y eran tangibles, la historia estaba ahí, el mundo en sus diferentes dimensiones estaba ahí, era posible, material, total y yo podía conocerlo. Esto y la lectura de "Por todos los Dioses" me cambiaron la vida, yo no solo quería ser, quería ser y saber.

Crecí en un hogar cristiano trinitario. Sí, los de los trajes y corbatas que madrugan los domingos a despertar personas de sus largos letargos de sueño, familia conservadora donde todo era catalogado como mundano. Pero la adolescencia y las hormonas traen consigo curiosidad por ver que hay más allá, por tocar lo prohibido, y dejarse llevar por las mieles del hedonismo. Así que conocí personas (malditos faras), fiestas (bendito perreo y tectonic), sustancias (no voy a hablar de eso) y un mundo que se me había prohibido y sí perdí noveno. Conocí entonces la decepción de mi familia, la irá de mi mamá y un mundo que me señalaba, juzgaba y me condenada a ser un nadie, un sin futuro que además decepcionó al ser más importante del cosmos; Dios, él también me apartó de su lado (o bueno, eso me dijeron).

En mi segundo noveno, año 2015 el país daba inicios a los diálogos de paz con las Farc (que por cierto yo no apoyaba, a quien le cabía en la cabeza la paz sin un castigo justo); en el proceso de reivindicarme con el mundo me volví el más aplicado y sobresaliente del nuevo colegio que habitaba; una institución de barrio, que más bien parecía una prisión, con profesores pésimos y aburridos, ninguno era un cuarto de lo que era Gloria. Me dejé llevar entonces por la lectura de novelas y descubrí a Gabo, el cual me expuso como nacen, crecen, se reproducen y mueren las sociedades, conocí a Bukowski que me mostró que el mundo es una mierda y por alguna razón de Dios, el destino, la divina providencia conocí a Garzón, un video de Youtube iniciaba con "nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie; ni hacerle mal en su propia persona, aunque piense o diga diferente".

Consumí cualquier cantidad de conferencias de Garzón, su biografía, proyectos en la televisión, palabras confusas y rimbombantes y por ende conocí autores, categorías y problemas, muchos problemas. La capacidad de Garzón de vincular problemas de la vida cotidiana, a fenómenos a nivel nacional y pronto a nivel global me tenía anonadado, aunque más anonadado me dejó el darme cuenta que sus conferencias de los 80´s y 90´s exponían problemáticas que en pleno 2015 seguían vigentes. Parecía ser que la historia era un ciclo sin retorno y futuro; por el contrario, un cumulo de repeticiones con variaciones mínimas.

Recuerdo hablar con mi mamá de la situación del país y de Garzón, ella con quien nunca mantenía conversaciones de corte política me dice "A Garzón lo mataron por ser de izquierda, yo me acuerdo (…) si yo hubiera sido política, hubiera sido de izquierda". Esta premisa que no comprendí me retumbó cada fibra ¿pero qué significa ser de izquierda? Al averiguarlo, lo único que sabía era que quería ser de izquierda y que quería ser escuchado y no olvidado como Garzón, y por ende hacer pensar a la gente como él me había hecho pensar a mí. Un año después en decimo teníamos que escribir un discurso para español, y relatarlo delante de nuestros compañeros, tarea que no hice porque otra vez me aburría el colegio y sus temas aburridos, por no perder, a mi llamado, pasé decidido y recité las palabras de Jaime que tan grabado tenía en mi cabeza (y ahora en mis costillas) durante 15 minutos el auditoria hizo un silencio sepulcral y las miradas de ellos jugaban con la mía, silencio, voz, silencio, aplausos. Satisfacción, quería ser escuchado.

La respuesta a mis deseos, sencillo; sociología en la Nacional. La universidad pública más prestigiosa del país, y claro la más revoltosa, roja y de izquierda. Tomé un pre universitario que me hizo dar cuenta que era bueno en el colegio, porque este era pobre y mediocre y que no sabía la mitad de lo que se supone debería saber; que había gente más preparada por sus condiciones materiales y que yo no tenía derecho a ello. Conclusión rápida, no pasé y lloré como si el mundo se estuviera acabando y con él mis posibilidades de hacerme oír. Plan B, comunicación social o licenciatura en Ciencia Sociales, tiré una moneda, confió en el azar, hay que confiar en el azar, el azar es el lenguaje del universo.

Sin mucha fe y más bien huyendo del Sena (una posibilidad aburrida que me limitaba a estar encerrado en cuatro paredes organizado papeleo) ingresé a la Distrital, donde en solo el primer semestre tuve antes mis ojos cientos de posibles respuestas y pensamientos que yo no hubiera sabido responder o pensar a en marcos epistemológicos; y posteriormente me abrió los ojos a realizar transformaciones estructurales y a ser escuchado desde orillas pedagógicas. La escuela, el mejor escenario para cambiar el mundo. Ese primer semestre y encuentro con palabras, categorías, y autores que no conocía generó un nuevo Sebastián deseoso de cambiar la sociedad (¿Vamo´a la lucha?) que se dio cuenta de la importancia de valorar experiencias propias, sentires, apoyar habilidades que la escuela niega y dar la posibilidad de aprender desde el ser. Ese Sebastián comprendió que quería ser un profesor que no les haría a sus alumnos lo que le hicieron al Sebastián rarito de corta edad.

El vínculo con la academia fue fuerte e interesante los primeros semestres, el gusto por expandir el conocimiento era insaciable, hasta que claro, también me di cuenta que en esta existen profesores que de profesores solo tienen el título, con temas aburridos, que minimizan personas y que está-la academia- está viciada por interés individuales y egos de sujetos con ambiciones particulares antes que colectivas. Relación amor odio, dialectico, dicotómico la academia me enamoró y luego me apuñaló, me terminó de definir que quiero ser y por supuesto que quiero desechar y me mostró un mundo complejo, difícil de entender, donde es necesario pararse en diferentes perspectivas en aras de comprender, donde es vital pararse desde la razón ¿la razón? Hay que re-definir la razón.

Supongo que a este punto, 5 años después de mi entrada la U gracias al azar y 10 años después de conocer a Garzón (y el pensamiento crítico supongo yo) soy otro, con nuevas formas de pensar, de ser, de sentir, de desear. Soy un docente en formación cumulo de cosas, teorías, pensamientos, categorías, libros, música, miedos, incertidumbres traumando por una pandemia, con miedo al fracaso y a no cambiar nada, aunque bueno tal vez eso sea cuestión de ego. Así que qué tipo de profesor quiero ser, quiero ser, uno que deje huella.

Palabras clave

  • Didactobiografía
  • Subjetividad
  • Auto-reconocimiento 
  • Transformación

 Referencias

Hernández González, G. (2021). La didactobiografí­a como dispositivo de construcción de conocimiento desde la conciencia histórica. Revista Latinoamericana De Metodología De Las Ciencias Sociales, 11(2), e101. https://doi.org/10.24215/18537863e101

(2023 - III)
Pedagogías en perspectiva
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